En el siglo diecinueve cuando apenas se marcaban los inicios de la química orgánica surgió un dilema que muchos científicos de la época intentaron resolver sin éxito. La estructura molecular de ciertas sustancias olorosas se escapaba a la lógica que regía a la química de ese entonces. Entre estos científicos había un químico, de apellido Kekulé, tan inmerso en el problema, que se dormía pensando en ellos. Una noche, mientras soñaba, se vio frente a una visión horrenda: una serpiente hambrienta se comía su propia cola. Sin embargo, este sobresalto, que lo despertó en la oscuridad de la media noche, le revelaba un elemento que antes no estaba presente en sus análisis y que, por lo tanto, le abría las puertas a nuevas ideas que nadie había considerado. Aunque es ilógico, que una serpiente se coma su propia cola, es perfectamente adecuada la forma circular de una molécula. Así, fue como se resolvió el dilema, con el descubrimiento de la naturaleza cíclica de la molécula de benceno, que es el eje de la estructura de las sustancias perfumadas. La química que hasta ese entonces había sido lineal, torció su cuerpo sobre sí misma dando lugar a la formación de una nueva rama, llamada hoy, Química Cíclica. La idea de Kekulé sobre la estructura del benceno es uno de los típicos descubrimientos casuales en la ciencia, lo que se conoce como serendipia. Es decir, hay ideas que de manera espontanea pueden llegar a la mente de alguien que se plantea un problema; sin embargo, hay ideas que han llegado, además de espontáneamente, sin que las hayan esperando. Es el caso del descubrimiento de la Penicilina, por Fleming, que, sin tener la intención de hacerlo, hizo uno de los descubrimientos más impactantes de la medicina.
De todo lo dicho, se puede, al menos sospechar, que los pensamientos que originan las grandes ideas, están todo el tiempo en nuestro alrededor. Francamente, no sé si es posible, que cualquier ser humano pueda ordenar estos fragmentos de ideas que giran en su entorno para originar genialidades, es más, creo que lo más probable, es que pase toda una vida sin que tomemos algunas de estas ideas, porque simplemente llegan a nuestra mente y no les prestamos atención o no nos interesa; o, quizá lo defina bien Louis Pasteur: En los campos de la observación, el azar favorece sólo a la mente preparada. Por otro lado, tener ideas geniales no es lo mismo que tener grandes logros. Aun el más pequeño de los logros está abismalmente por encima de la mejor de las ideas abandonadas en la desidia. En otras palabras de nada sirven las ideas si no se hace algo con ellas. Personalmente he tenido la sensación de poseer una gran idea entre mis manos pero no he sabido que hacer con ella. Extrañamente, estas ideas fabulosas, muchas veces no tienen nada que ver con nuestra ocupación. Quizás a alguien que no tenga mi profesión se le ocurra la solución para alguno de mis problemas. Esto, me lleva a pensar, que las ideas giran a nuestro alrededor indiscriminadamente.
Para que se entienda lo que digo, lo ilustraré con un ejemplo: Cierto día mientras veía un documental en la televisión, escuché que algunas especies de murciélagos tenían, no sólo un excelente radar para orientarse, si no también el olfato de un perro. Unos días después, en un noticiero, vi que el escuadrón antibombas utilizaba perros para detectar el olor de la pólvora dentro de un edificio. En ese momento, saltó a mi mente el gran problema del desminado en nuestra frontera, después de la guerra con el Perú. He aquí, tres fragmentos de ideas que se unen, para originar una nueva: Murciélagos que tienen olfato de perros; perros entrenados para olfatear pólvora; y minas, que son pólvora escondida bajo tierra. Entrenar murciélagos con olfato de perros para encontrar en grandes áreas las destructivas minas, y sin que nadie corra peligro. Me pareció, ¡Brillante! Pero, ¿cómo se encuentran los murciélagos una vez que detectan una bomba? Bueno, los murciélagos del documental eran rastreados por un transmisor colocado en sus orejas. Una excelente idea, quizá para un delegado de la ONU, o para un estratega militar, pero, ¿qué puede hacer un farmacéutico con ella?
De esto, se puede concluir, que todos los seres humanos estamos virtualmente dentro de una misma habitación de ideas. Las ideas, que arman los pensamientos del presidente de una nación, en algún momento circundaron nuestra mente; como también las de un gran deportista, y las del mendigo que duerme en la calle. Según esta teoría, que empiezo a proponer, y que quizá, en otro extremo del mundo, ya alguien lo hizo antes; la habitación de ideas no es individual si no universal.
Ahora, sería fabuloso, si a nuestro gusto, pudiéramos tomar las mejores ideas, pero, ¿qué nos lo impide? Sin duda, la oportunidad, debe ser un componente de importancia. Para tomar las ideas más coherentes del plasma de ideas deben rodearte elementos coherentes. Ver musicales en la TV mientras intentas resolver un problema gramatical, quizá no sea oportuno. Por supuesto, también existen los factores de influencia contextuales: culturales, morales-religiosos, económico-sociales y, por qué no, la suerte. Acaso, no fue una suerte, que a Newton le cayera una manzana en la cabeza y esto le ayudara a resolver su teoría sobre las fuerzas gravitacionales; y, que a Arquímedes se le rebosara la bañera mientras buscaba la relación del peso y el volumen de los cuerpos. Pero, dejando de lado al azar, creo que cualquier ser humano puede decidir, aislarse de, o, reordenar, estos factores, o sea, de prejuicios y creencias, entre otros; y comenzar a pensar en grandes cosas. Pues, dichos factores, en realidad, son filtros de ideas, y deben ser remodelados y colocados de la manera más óptima para que viabilicen las buenas ideas y detengan las malas. El estado de ánimo, es otro factor contextual que puede influir severamente en esta geometría de ideas y, por supuesto, también influye la predisposición que tengamos hacia ciertos resultados deseados.
Pero, resulta difícil poner la mente en blanco, es decir, deshacernos de todos estos factores que influyen en nuestro pensamiento. Además, la habitación siempre está llena de ideas, y estas no sólo son las que deseamos, es decir, pueden ser dañinas y desagradables. Pero, incluso estas, pudieran ser usadas, aliándolas adecuadamente, para generar pensamientos positivos.
En vista de que, virtualmente, existe un ámbito lleno de ideas geniales, y, lo que en apariencia nos limita de obtenerlas es nuestro propio entorno mental; es concluyente que, si hiciéramos un ejercicio, en el que anuláramos los factores que influyen en el pensamiento, obtendremos resultados sorprendentes. Pero, quizá exista otra opción: dejar que nuestra mente, en estado de divagación, empiece a tomar estas ideas flotantes y arme, a su ánimo, ojalá positivo, los pensamientos que desee. Pienso que, si tal ejercicio se lo hace bien, los resultados deberían ser, al menos, muy diferentes a los que normalmente afloran en nuestra mente.
La Internet es un buen ejemplo que ilustra este fenómeno. Todos tienen acceso a la misma información, pero cada uno accede a ella de acuerdo a los factores que lo circundan: velocidad de acceso de su procesador; la efectividad del motor de búsqueda; la hora elegida, es decir, de mayor o menor tráfico; la distracción causada por los coquíes; el idioma y; principalmente, las elecciones del usuario. Es claro, los elementos para que las ideas que se generen sean las adecuadas, están siempre en las manos del usuario.
Para concluir, creo que el continuo ejercicio, propuesto antes, es importante para lograr pensamientos positivos. Pero para hacerlo bien, debemos alejar las ideas negativas; desprejuiciarnos; cortar los lazos que nos unen a malas influencias; rodeándonos de un ambiente apropiado; y además, tener mucha suerte.